lunes, 2 de noviembre de 2015

EL TEMBLOR DEL MEMBRILLO
            
            Del Guadalquivir llegaba una brisa fresca y con aromas yodados, y desde alguna iglesia cercana, el sonido de las campanas llamando a muertos. Fue entonces cuando Fernando Luís me contó esta historia que hoy les cuento.
“Yo tendría que estar muerto como lo están mis hermanos Tasito y Anastasito. Así me lo contó mi tía Crescencia el día que supe de mi verdadero nombre: Anastasio Fernando Luís Carmelo Trancón Gómez. Solo un cólico de vesícula de mi tía impidió que a esa larga retahíla de nombres que me acompaña se añadiese el de Crescencio”.
 “Tendría que estar muerto porque así venía siendo en una macabra tradición familiar, donde la muerte se asomaba de forma caprichosa tras el parto. Tal vez por eso las cuatro hermanas de mi padre permanecieron solteras pese a su poderosa belleza carnal. Solo mi padre acudió al matrimonio y a mí, me decía mi tía Crescencia, me tocaba morir. También me dijo que mi nombre tenía que haber sido Anastasio, como el padre de mi padre, y Crescencio, como el de ella, pero que aquel cólico de vesícula le impidió acudir a la Casa de la Madre y al Registro de los Juzgados de la capital, algo que hizo que sus hermanas me pusiesen el nombre de mi abuelo, Anastasio, y el de ellas tres, Fernanda, Luisa y Carmen, robándome el nombre de Crescencia. Desde entonces mi tía Crescencia siempre las miró con desprecio y, quizás, por ello decidiera morirse antes y dejar su parte de la herencia a un palmero de Jerez que se alojaba en la pensión que regentaban en Triana las cuatro bellezas carnales más deseadas de Sevilla”.
“Cuentan, y esto nunca me lo dijo mi tía Crescencia, que el cura de la Iglesia de San Gonzalo acabó arrojándose desde lo alto de la Giralda tras acudir a la confesión por sus pecados con dos de las hermanas Trancón. Una noticia esta, no la de los amoríos sino la de la muerte del cura de San Gonzalo, que apareció perdida entre las necrológicas del ABC de Sevilla”.
Fernando Luís, se sentía feliz, “muy feliz” me dijo tras una larga mañana en los juzgados, donde se despidió para siempre del nombre de su abuelo Anastasio y también del nombre de su tía Carmen. Todo esto me contaba mientras disfrutamos de un queso de cabra con carne de membrillo y una copa de oloroso. También creo que me dijo: “hoy he recuperado mi identidad. Sí, mi familia, la familia de mi padre ha sido siempre muy trágica para los Gómez, mi madre aún llora por el niño que le robaron esas cuatro mujeres hermanas de mi padre”.  

CARNE DE MEMBRILLO
 INGREDIENTES
 2 kg. de membrillos limpios de corazones, 2 kg. de azúcar y agua.
 ELABORACIÓN
 Cortamos en trozos medianos los membrillos y desechamos los corazones. Una vez troceados los ponemos en un cazo con agua fría, suficiente para que cubra los trozos, llevamos a ebullición y hervimos a fuego medio hasta que estén tiernos. A continuación pasamos por la batidora y añadimos el azúcar. Llevamos de nuevo a ebullición, a fuego bajo-medio, y removemos con una cuchara de madera. Pasada media hora retiramos del fuego y vertemos en un escurridor de verduras, que habremos forrado con un paño. Finalmente vertemos en un táper o en un cartón de leche reciclado

No hay comentarios:

Publicar un comentario