sábado, 9 de mayo de 2015


EL BARMAN DEL PALACE

A Angelita Gamboa y Guzmán le gustaba alojarse en sus visitas a Lisboa en el elegante y legendario Avenida Palace, donde, decía, ejecutaban el mejor Dry Martini que jamás había probado. Pero también le atraía del Palace las historias que João Pereira le desgranaba en medio de aquellas tardes melancólicas, mientras el barman le ejecutaba una poderosa y embriagadora pasión coronada por una aceituna, y que siempre a ella le recordaba los ojos de un joven encargado de negocios en el consulado español de Tánger. Tánger, Lisboa, fascinación atlántica recreada en largas conversaciones bajo los elegantes frescos de los salones del Palace. Salones en los que João Pereira rememoraba con el tono de voz casi inaudible con el que, decía, Juan Pujol Garbo hablaba con sus acompañantes. Días de noches interminables donde Garbo ofrecía detalles del tránsito de navíos en mensajes, cifrados en delicados pañuelos de seda blancos. También, João Pereira revivía con frecuencia, asegura Angelita, la llegada al refinado salón de té de los emperadores de Japón, Hirohito y Nagako. Entonces se hizo el silencio, y tan solo se escuchaba la delicada voz de un arpa y su sensual melodía. Eran días en que las damas acudían a la hora del té con discretos maquillajes y salpicados sus cuerpos con perfumes de extremada delicadeza, como la de los amaneceres del lejano palacio de Kokio.
Pero si algo fascinaba a Angelita Gamboa era saber que Thomas Mann acudió a una de las suites del hotel a escribir sus últimas páginas. Fue allí, me decía Angelita Gamboa, donde el deslumbrante Mann quiso despedirse con una sonrisa y con toda la ironía de su último personaje, Felix Krull, a quien mi confidente sitúa en los elegantes salones del Palace lanzando volutas de humo hacia las hermosísimas lámparas de araña, disfrutando de un aromático cigarro y de la elegancia cítrica de un Dry Martín; también de los labios carnosos y de la voluptuosidad carmesí de alguna de aquellas damas que acudían hasta él con voz sensual incitándole a bailar y a jugar a las prendas, mientras lánguidas músicas invitaban a sutiles juegos de amor. Sí, a Angelita Gamboa siempre le perdieron los hombres canallas y el Dry Martini que João Pereira ejecutaba con la misma sabiduría con la que acudía a sensuales juegos amatorios durante sus tardes en Lisboa. ¡Ay, Lisboa! Lisboa, la que sonríe desde los tejados y en la que se ama como en los lejanos deltas de Oriente, me decía Angelita Gamboa mientras disfrutábamos de un aromático té en el Café Hafa de Tánger.


DRY MARTINI:
INGREDIENTES.
Vermut blanco seco, ginebra, aceituna sin hueso, cáscara de limón y hielo.

ELABORACIÓN

Lo primero a tener en cuenta es que todos los elementos que intervienen en la elaboración del Dry Martini han de estar muy fríos: copa, vermut y ginebra. Este cóctel lo preparamos siempre en la copa, ya que no se agita sino que se mezcla. En una copa cónica ponemos un cubito de hielo, a continuación vertemos una medida de ginebra y, con mucha suavidad, añadimos cuatro medidas de vermut, dejándolo caer sobre una cucharilla. El siguiente paso será añadir la aceituna. Por último tomamos la cáscara de limón y hacemos un twits sobre la copa. Removemos con un palillo y… Dry Martini.

****Esta es mi última colaboración en Sobremesa.