domingo, 3 de marzo de 2013

CASTELO DE VIDE



Se llega a Castelo de Vide al dejar atrás Valencia de Alcántara. Son estos caminos que nos acercan a la Villa de Don Dinís, caminos andados y contados por José Saramago en su Viagem a Portugal: “Alameda Formosa de robustos e altos troncos, se un día echar que sois un perigo para o transito de altas velocidades de nosso tempo, oxalá vos não deitem abaixo e vão construir a estrada mais longe. Tal vez um dia gente de gerações futuras venha aquí interrogar-se sobre as razões destas duas filas de árvores tão regulares tão direitos(…) seja ela para, o mistério da alameda inesperada,  encontrada aquí”.
Castelo de Vide es una villa amable donde los sonidos del agua y de las conversaciones pausadas de sus gentes son compañía a cada uno de nuestros pasos, pasos que nos acercan a veces a las alturas almenadas de su fortaleza y burgo, o nos llevan por callejuelas perfumadas a hierbabuena, a rosas y a geranios. También nos alcanzarán los aromas de açordas o ensopados.
Es el barrio judío donde la vida se asoma por ventanas de punto gótico y donde aún es posible acudir a la vieja sinagoga mientras se escuchan cantos y trinos de jilgueros y herreruelos. Más abajo, el agua, su sonido calmo que nos llega de las cuatro bicas de bronce de la Fonte da Vila que aparece con todo su esplendor porticado de mármoles antiguos, tan antiguos como la memoria del rey João III, que la mandara construir. Son aguas que sanan y a las que aún acuden las gentes del alto Alentejo buscando alivio a dolencias y malatías.

Del rumor del agua de la Fonte da Vila al de la palabra de las explanadas de tabernas y cafés donde se beben vinos alentejanos que acompañan a henchidos de porco preto mientras se habla de la crisis, del Sporting, del Oporto o del Benfica, son conversaciones en las que el tiempo parece detenerse, que atrapan al viajero tal vez en un deseo ya imposible: acudir al tiempo pasado.

Los viernes en Castelo de Vide hay mercado. Hasta él llegan hortelanos y pescadores que traen los frutos de la tierra y el agua. Sobre los cuidados mostradores aparecen manzanas, castañas, uvas, grelos, carpas, barbos, anguilas… Frutos que más tarde encontraremos en sus tabernas y restaurantes. En Portugal aún es posible esta relación tan directa entre los frutos y las mesas.
Hoy hemos elegido para nuestro encuentro con el refrigerio del medio día una pequeña Casa dePasto, Dos Amigos. Desde su terraza se ve pasar la vida de una villa que atrapa. Acudimos al menú del día, sopa de legumes y guiso de peixes que acompañamos con un vino regional alentejano.
De la campana del reloj de la vila llega el sonido de las horas, sonido de bronce que nos anima a seguir paseando un día de invierno donde el sol parece jugar al cucú-trás. Dejamos Castelo de Vide por la carretera que conduce a Alpalhão, a escasos 4 Km, y junto al cruce del Barragem de Póvoa, en medio de una extensa pradera, aparece majestuoso y desafiando al tiempo y al equilibrio el enorme dolmen de Póvoa, y aquí, frente a las enormes piedras megalíticas, las eternas preguntas del paso del tiempo.  


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