martes, 28 de enero de 2014

"CHICRERES CON COSTILLAS"

MISGUISOS DE INVIERNO
“CARILLAS CON COSTILLAS”

Les voy a referir hoy el relato de un viaje. Lucas Riolobos nunca había subido al tren, sí lo había visto, me dijo, pasar atronando el aire en los llanos de Jarilla. En Plasencia, en alguna ocasión, pudo sentir su olor a carbonilla y ver el bajar y el subir de los viajeros, pero nunca había emprendido el viaje más allá de la ciudad Alfonsina. Un día, me contaba mientras tomábamos unas bravas en el Docamar del metro de Quintana, en Madrid, llegó una carta a casa del niño Lucas que leyó su padre: “Queridos hermanos y sobrino, espero que a la llegada de esta os encontréis bien. Os escribimos estas líneas para deciros que el bautizo de Carlitos será a primeros de febrero, el día cinco y que nos gustaría que vinieseis a estar con nosotros…”. -El día tres de febrero -cuenta Lucas- emprendimos el viaje primero hasta Plasencia en el viejo Leyland del Ranchero, y después el tren, un tren enorme con vagones de chapa y madera, que llegaba en medio de un gran estruendo desde Salamanca. -Lucas Riolobos me refería emocionado aquellos momentos vividos en medio de una gran confusión que aún recuerda, confusión en los primeros instantes hasta ocupar los sitios en los bancos corridos de madera y hasta que las maletas y otros enseres de los viajeros se depositaban en los portaequipajes. La carita del niño de entonces viajaba pegada al cristal de la ventana del tren por donde entraba el olor de la carbonilla que, como el del motor de los motocarros, ejercía sobre Lucas una especie de ansias de escapada. Cada poste telefónico que dejaba atrás el convoy era ir penetrando en paisajes y mundos que por desconocidos eran apasionantes y eso, me confiesa, le llenaba de unas tremendas ganas de avanzar cada vez más y más deprisa hacia lo desconocido. Pero el tren iba lento, 7 u 8 horas dijo al revisor. Tras el cambio de máquina y los trasbordos en Empalme, de nuevo el viaje. La Bazagona, Navalmoral, Talavera de la Reina y conversaciones que iban y venían. Así escuchó cómo fue un toro de la ganadería de La Señora Viuda de Ortega “Bailaor” quien acabó con la vida de Joselito en la Plaza de toros de Talavera. Por el pasillo del tren un hombre gritaba su mercancía, “¡A durito el guante, dos guantes dos duros, hojillas de afeitar y gomitas para la cama”. Esta era una parada larga donde los viajeros aprovechaban para bajar a la cantina y reponer fuerzas. Debía ser ya algo más de la una cuando, de una enorme talega, la madre de Lucas sacó cucharas, una navaja, medio pan y una tartera de aluminio con carillas metida en otra de corcha, que hacía que las carillas se mantuviesen aún templadas, y junto al aroma de las carillas también el de los escabeches de barbos, el del chorizo de matanza, el del adobo de lomo…  Tras algo más de media hora, el tren, de forma renqueante, emprendió de nuevo el viaje, Torrijos, Humanes, Villaverde… Y en Villaverde el símbolo en forma de ocho de la Barreiros se alzaba como un faro anunciando el mundo poderoso de las máquinas. Después la llegada a Delicias, los trenes, la enorme cubierta de la estación, la Cibeles, el tráfico, los tranvías, la enorme hucha sobre un tejado de La Castellana a la que no acababan de caer monedas de neón. De la memoria de una mañana en el Docamar con Lucas Riolobos, este plato de “chícheres”, de carillas. En fin, memoria.    

INGREDIENTES
1 kg. de costillas de cerdo, ¾ de kg. de carillas, ½ pimiento morrón, 2 zanahorias, ½ puerro, ½ cebolla, 1 tomate, 2 dientes de ajo, 1 cucharadita de pimentón agridulce de La Vera, ½ cucharadita de pimentón picante, también de La Vera, 1 pimiento seco, 2 hojas de laurel, un chorro de aceite, agua y sal.

ELABORACIÓN
En una cazuela ponemos un chorrito de aceite, a continuación, y picado en juliana, vamos añadiendo el ajo, el puerro, la cebolla, el pimiento, la zanahoria, el laurel y las costillas. Iremos pochando y sofriendo. A continuación añadimos el pimentón y el tomate, damos unas vueltas y vertemos un vaso de agua, dejamos cocer a fuego bajo durante media hora. Es el momento de añadir las carillas, que habremos tenido en remojo 12 horas, una vez las carrillas estén ya en la cazuela llevamos a fuego suave y dejamos cocer unos 40 minutos. Y ya tendremos un poderoso y a la vez delicado plato de legumbres.





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