Viajamos a Borba. Borba, A Vila Branca, siempre figura en alguna de nuestras escapadas. Nos gusta acudir a sus tascas, a sus velharias y a pasear sus calles alumbradas por la cal, asomarnos también a sus canteras de mármol que, como catedrales invertidas, aparecen diseminadas en medio de un paisaje de vides y de olivos.
Sí, el vino, los olivos no solo están presentes en el paisaje también lo están en la forma de entender la vida de los alentejanos, una vida muy pegada a la tierra, en la que el tiempo parece detenerse con largas conversaciones en las tascas mientras se bebe vino y se unta pan en aceite o se disfruta del delicioso sabor de una croqueta de bacalao.
Acudimos a estos sabores antiguos en A Tasquinha y en Larga a Vella, aquí nos sorprendió su tapa de lámina de ajo con tocino de porco preto, una delicia llena de ancestrales sabores ibéricos. Tras el recorrido por las tascas, una obligada visita a la Adega Cooperativa de Borba, donde además de acercarnos a sus magníficos vinos podemos disfrutar de una arquitectura singular, la de sus antiguas tinas que aparecen semiesféricas y luminosas en medio del gran patio de la bodega.
Dejamos Borba para acudir a la Finca Valmonte a su Hotel Rural. Llegar a Valmonte es llegar a un territorio amable y cargado de sensaciones. Hasta aquí, hasta sus primorosos huertos, hasta sus albercas, llegó Flor Bela Espanca quizás buscando la paz tras el desamor o quizás, como el rey Don Carlos, arrastrada por el aroma de sus vinos abafados.
El hotel, en medio de un paisaje acogedor, ha recuperado un antiguo eremitorio que se alza entre viñedos y naranjos. La rehabilitación ha sido hecha con una enorme sensibilidad cuidando y recuperando todos y cada uno de los elementos de la antigua construcción y aportando elementos constructivos de calidad que le dan a los espacios los toques justos de modernidad.
Despertarse en Valmonte es despertar entre los perfumes cítricos de limoneros y naranjos, también en medio de los sutiles aromas que llegan de lavandas y salvias, de tomillos y jazmines, de… Sí, en poco lugares hemos encontrado tanta calma como en este trocito del Alentejo que tenemos a un paso de casa. Si hablamos del Alentejo, tenemos que hacerlo de su gastronomía, de su forma de entender la mesa, una mesa que se surte de frutos de la dehesa, de corderos, de porcos pretos, de perdices y conejos, de hortalizas crecidas a la poderosa luz alentejana.
En Valmonte, en su restaurante A Távola, una mujer, una mujer alentejana, Cecilia comanda a un grupo de mujeres que nos trae hasta la mesa lo mejor de una cocina ancestral que ha ido haciéndose grande gracias a mujeres como ellas.
Decíamos que Valmonte crece entre viñedos, de ellos un vino orgánico que miman el propietario Artur Lourenço y el señor João, el sabio de las viñas. Con ellos es fácil extender la noche en largas conversaciones. El tiempo solo parece detenido. Regresamos a casa. Atrás, Artur, Odett, Nara, João, Carla, Cecilia, Jorge, Ana…
viernes, 29 de marzo de 2013
miércoles, 27 de marzo de 2013
TORRIJAS, EL DULCE DE CUARESMA
Es
Juan de la Encina ,
en el siglo XV, quien nos habla ya de
torrojas, y nos dice que se precisa miel y muchos huevos para facerlas. La primera de las recetas la
encontramos en 1607, año en que se imprime en Salamanca el libro de Domingo
Hernández de Maceras, que ejercía el oficio de cocinero en el Colegio Mayor
Oviedo de Salamanca.
Por lo tanto, fueron los colegiales del Oviedo, a buen
seguro, quienes primero disfrutarían este suculento y meloso manjar endulzado
con miel. http://www.youblisher.com/p/53772-Libro-del-Arte-de-Cozina-Domingo-Hernandez-de-Maceras-1607/
Un manjar que, llegada la Cuaresma ,
se convertía, ya de antiguo, en alimento reparador de vigilias eclesiales.
Hoy,
las torrijas siguen formando parte de nuestra cocina de Cuaresma, también de
nuestra memoria del goloseo, un goloseo que llegados estos días previos a la Pascua se urdía en nuestros
hogares, donde con mimo y delicadeza lo elaboraban nuestras madres, nuestras
abuelas. Es quizás por esto que nos sea tan difícil no acudir a su tentador
dulzor.
Las
hay de vino, de leche, perfumadas de limón, de canela, bañadas en almíbar, en
miel, en azúcar… En nuestro caso las hemos hecho empapadas en leche y bañadas
en azúcar y canela
Ingredientes
Las
cantidades dependen de las torrijas que queramos elaborar.
Pan puede ser especial para torrijas o pan corriente asentado de un par de días. Leche, huevo, canela en rama, canela molida y aceite de oliva virgen extra.
Elaboración
Infusionamos
la canela en rama en la leche, a la que habremos puesto azúcar. Una vez ya fría
la leche procedemos a empapar las rebanadas de pan. A continuación, las pasamos
por el huevo y las ponemos en la sartén con el aceite muy caliente. Cuando
estén doradas, las retiramos y las colocamos en una bandeja sobre papel
absorbente para evitar exceso de aceite. Para terminar, bañamos las torrijas en
el azúcar que hemos mezclado con la canela en polvo.
viernes, 22 de marzo de 2013
GUISO DE BERZAS
Las berzas es uno de esos platos a los que regreso cada año cuando nos
llegan los fríos del invierno. También en estos días lluviosos de la primavera.
De niño, aparecían en alguno de los platos que mi madre nos llevaba a la
mesa. Las comíamos en cocidos, también se hacían con patatas, huesos y
costillas de la matanza. Es un plato de la cocina más humilde que, sobre todo en
Galicia, Asturias, Cantabria o Portugal, forma parte de alguno de los platos
más emblemáticos, como del Caldo Gallego,
del Pote Asturiano, del Caldo Verde, del Cocido Montañés, o de la famosa Berza Gitana en Andalucía.
En Extremadura, son famosos los Buches
con Berzas del recetario de muchos de los pueblos de las Tierras de Cáceres.
Así, los encontramos en Valencia de Alcántara, Arroyo de la Luz , Brozas… También se hacían
con tocino y chorizo bofero. Pero las berza, en su humildad, formaba parte de
la dieta de los animales domésticos de las familias campesinas. Las berzas
servían para que picoteasen las gallinas, para que las cabras golosas
encontrasen en sus anchas y verdes hojas el alimento necesario para llenar sus
ubres. También se cocían con patatas llegada la hora del engorde de la matanza.
En las huertas de la Ribera
del Marco, en Cáceres, aún podemos ver sus enormes y tersas hojas bajo la
escarcha. A uno de sus hortelanos, a Lorenzo, acudo para proveerme de esta col
que nos llegó de las costas de la
Bretaña francesa y que desde siglos está en nuestras mesas.
Ingredientes
- 1 berza
-
6 patatas pequeñas
-
1 chorizo bofero
-
1 punta de tocino añejo
-
2 hilos de chorizo
-
1trozo de costilla en adobo
-
agua y sal.
Elaboración
Picamos la berza
en tiras y pasamos por un chorro de agua. Una vez picada y limpia la
introducimos en una cazuela con agua hirviendo y blanqueamos. A continuación
la retiramos y en nueva agua comenzamos la cocción.
En cazuela
aparte introducimos los avíos de chorizo, tocino y costilla, y ponemos al
fuego. En media hora retiramos e introducimos estos ingredientes en la cazuela
de las berzas, donde finalizamos la cocción. Esto lo hacemos para que el plato
quede más ligero, sin que ello suponga renunciar a un plato lleno de
contundentes aromas y sabores.
viernes, 15 de marzo de 2013
LOS BARRUECOS, EL VOSTELL, ANTONIO
No quedan
lejos de Cáceres los Barruecos, el lugar que enamoró al genial Vostell hasta quedar atrapado por sus
espejos de agua, preso por sus pétreos gigantes. Recorrer los senderos de este
paraje natural es acudir a sensaciones llenas de sosiegos extraordinarios. Los sonidos
de esquilas, de abubillas, el crotar de las cigüeñas que anidan en las
imponentes rocas nos acompañan, y al fondo siempre el agua, el agua de la charca
del lavadero de la lana.
El lavadero,
ingenio industrial de la antigua Mesta, es ahora uno de los lugares más
sorprendentes en un viaje por Extremadura. Penetrar en sus salas e ir
descubriendo la fuerza creadora del artista es una experiencia que en algunos
momentos alcanza el desasosiego, también la quietud. Es como una montaña rusa
en el ánimo de quienes traspasan sus puertas. Y del sube y baja, la necesidad
de atrapar el aire en los pulmones. De nuevo el agua, el paisaje, la calma de
las esquilas…Y aquí, en ese
sonido de esquilas, Antonio, el amigo, el compañero, el que con sus palabras lo
incendiaba todo, el que fue capaz de engendrar la locura de un museo que no
admite indiferencias.
Sí, la memoria de Antonio Jiménez en estos espacios a los
que acudió para su último viaje lo puede todo. Hasta mí llega la pasión con la
que me hablaba de la gestación de esta locura Vostelliana, de cómo hasta
Malpartida llegaron los fondos de la revista Índice, la gran revista cultural,
política, humanista… que nos acompañó en los últimos años del franquismo y los
primeros de la Democracia ,
y que editaba el extremeño Juan Fernández Figueroa. Él nos acercaba desde las
páginas de Índice a autores tapados, olvidados, malditos para un régimen que se
nos resistía obstinado en su crueldad. Ahí estaban Juan Ramón, Azaña, Ramón Gómez
de la Serna ,
Marañón…
Sí, Los Barruecos
me arrastran a muchas memorias. También a ensoñaciones, a viajes apasionados, a
mundos desconocidos e inventados que comparto a mi antojo y a mi libre albedrío
como en un happening íntimo y
personal en el que siempre apareces y
desapareces.
domingo, 10 de marzo de 2013
LAMPREAS. EL ETERNO VIAJE
En los viejos
recetarios de cocina extremeña aún es posible encontrar recetas de anguilas y
lampreas. En mi memoria aún perduran estos viejos sabores que se mezclan con
los días de molienda en el molino de agua del tío Patricio. Hasta allí, hasta
el Charco de la Barca
en el Jerte llegaban estos extraños y antidiluvianos seres.
Durante miles
de años las anguilas y las lampreas han remontado nuestros ríos en un viaje que
comenzaba a miles de kilómetros de distancia, en las profundidades del Mar de
los Sargazos. Era, sigue siendo, un regreso a las primeras aguas.
Es en los ríos
donde, tras el largísimo viaje, las lampreas acuden al desove. Después, la
llamada del Atlántico, la incierta travesía a las simas oscuras de los
Sargazos. Allí, la madurez, el apareamiento, el viaje, el regreso hacia la
fertilidad del desove.
Han sido los
embalses a lo largo de nuestros ríos los que nos han privado de este supremo
sabor marino. Son las enormes presas las que impiden que las lampreas remonten
las aguas hasta sus tradicionales bancos de desove. Ahora quedan detenidas en
el Barragem
do Fratel cerca de Nisa, aguas abajo de Cedillo.
En Portugal, a
diferencia de lo que ocurre en Extremadura, aún se mantiene el oficio de
pescador de río, y de esa tradición y del eterno viaje aún nos es posible
disfrutar de este supremo sabor atlantico. Buscándolo hemos acudido a la mesa
del restaurante Tulio, en Arneiro, una pequeña localidad que se alza sobre un
otero que mira a O Tejo y que
encontramos a escasos kilómetros de Nisa.
El restaurante
se asemeja en su modestia a uno de esos chiringuitos de río a los que acudimos
en verano. Ya en la mesa, toda la grandeza de una cocina de verdad nacida de
unas manos que miman cada uno de los instantes del proceso de elaboración de un
plato, y también de unos productos de extraordinaria calidad. Cómo explicar los
sutiles aromas de una sopa de peixe hecha con huevas
de carpas y barbos, que ha sido perfumada por fresquísimos y aromáticos poleos.
Qué se puede decir de la suprema perfección de un arroz y de un guiso de lampreas que llega a la mesa con toda
la fuerza de un sabor tan profundamente marino y a la vez con insinuantes
aromas a monte.
Sí, este guiso tiene algo que nos lleva a los arroces de liebre,
tal vez al ser elaborado como los de liebre que se hacen en su propia sangre.
Son estos días de invierno los únicos que
nos permiten acercarnos a estos sabores tan olvidados, tan imposibles ya
en nuestra gastronomía.
Es el mes de
enero el elegido por las lampreas para acometer el remonte del río. En él
estarán hasta que el canto del cuco anuncie los días ya más largos de la
primavera. Hasta ahí tenemos tiempo aún para acudir a este extraordinario sabor
yodado.
Comenzaba este
viaje a la Lamprea
hablando de su presencia en la cocina extremeña, en sus viejos recetarios, y
aquí acudo al de la Cofradía Extremeña
de Gastronomía, que nos dice:
Se deja desangrar la lamprea. Una vez
desangrada la pasamos por agua hirviendo para después partir en trozos, que
freiremos en manteca agregando un puñado de hierbas finas. Se sazona de sal, nuez
moscada, pimienta y laurel, añadiendo vino blanco hasta cubrir los pedazos. Se
deja cocer a fuego lento hasta reducir el caldo y añadiendo aquí la sangre del
pescado.
Lampreas,
bocado milenario que los romanos llevaban en barriles hasta la mismísima Roma
como nos cuenta Plinio el Viejo, quien nos dice que Cayo Hirio guardó en su
piscina seis mil lampreas para honrar al César en sus cenas. Lampreas también
en “La Saga-Fuga
de J.B” obra maestra de Torrente Ballester. Alejandro Dumas nos habla de las
lampreas del Lago Fusaro. También las crónicas referidas al Gran Carolo en su
retiro de Yuste nos dicen que eran las lampreas junto a las ostras uno de los
platos preferidos para saciar su enorme gula.
domingo, 3 de marzo de 2013
CASTELO DE VIDE
Se llega a
Castelo de Vide al dejar atrás Valencia de Alcántara. Son estos caminos que nos
acercan a la Villa
de Don Dinís, caminos andados y contados por José Saramago en su Viagem a Portugal: “Alameda Formosa de robustos e altos troncos,
se un día echar que sois un perigo para o transito de altas velocidades de
nosso tempo, oxalá vos não deitem
abaixo e vão construir a estrada mais longe.
Tal vez um dia gente de gerações
futuras venha aquí interrogar-se sobre as razões
destas duas filas de árvores tão regulares
tão direitos(…) seja ela para, o mistério
da alameda inesperada, encontrada aquí”.
Castelo de Vide
es una villa amable donde los sonidos del agua y de las conversaciones pausadas
de sus gentes son compañía a cada uno de nuestros pasos, pasos que nos acercan
a veces a las alturas almenadas de su fortaleza y burgo, o nos llevan por
callejuelas perfumadas a hierbabuena, a rosas y a geranios. También nos
alcanzarán los aromas de açordas o ensopados.
Es el barrio judío donde la vida se asoma por
ventanas de punto gótico y donde aún es posible acudir a la vieja sinagoga
mientras se escuchan cantos y trinos de jilgueros y herreruelos. Más abajo, el
agua, su sonido calmo que nos llega de las cuatro bicas de bronce de la Fonte da Vila
que aparece con todo su esplendor porticado de mármoles antiguos, tan
antiguos como la memoria del rey João III, que la
mandara construir. Son aguas que sanan y a las que aún acuden las gentes del
alto Alentejo buscando alivio a dolencias y malatías.
Del rumor del
agua de la Fonte da Vila
al de la palabra de las explanadas de tabernas y cafés donde se beben vinos
alentejanos que acompañan a henchidos
de porco preto mientras se habla de
la crisis, del Sporting, del Oporto o del Benfica, son conversaciones en las que
el tiempo parece detenerse, que atrapan al viajero tal vez en un deseo ya
imposible: acudir al tiempo pasado.
Los viernes en
Castelo de Vide hay mercado. Hasta él llegan hortelanos y pescadores que traen
los frutos de la tierra y el agua. Sobre los cuidados mostradores aparecen
manzanas, castañas, uvas, grelos, carpas, barbos, anguilas… Frutos que más
tarde encontraremos en sus tabernas y restaurantes. En Portugal aún es posible
esta relación tan directa entre los frutos y las mesas.
Hoy hemos elegido para nuestro encuentro con el refrigerio del medio día una pequeña Casa dePasto, Dos Amigos. Desde su terraza se ve pasar la vida de una villa que atrapa. Acudimos al menú del día, sopa de legumes y guiso de peixes que acompañamos con un vino regional alentejano.
De la campana
del reloj de la vila llega el sonido de las horas, sonido de bronce que nos
anima a seguir paseando un día de invierno donde el sol parece jugar al cucú-trás. Dejamos Castelo de Vide por
la carretera que conduce a Alpalhão, a escasos 4 Km , y junto al cruce del Barragem
de Póvoa, en medio de una extensa pradera, aparece majestuoso y
desafiando al tiempo y al equilibrio el enorme dolmen de Póvoa, y aquí, frente a las
enormes piedras megalíticas, las eternas preguntas del paso del tiempo.
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