EL BARMAN DEL PALACE
A Angelita
Gamboa y Guzmán le gustaba alojarse en sus visitas a Lisboa en el elegante y
legendario Avenida Palace, donde, decía, ejecutaban el mejor Dry Martini que
jamás había probado. Pero también le atraía del Palace las historias que João
Pereira le desgranaba en medio de aquellas tardes melancólicas, mientras el
barman le ejecutaba una poderosa y embriagadora pasión coronada por una
aceituna, y que siempre a ella le recordaba los ojos de un joven encargado de
negocios en el consulado español de Tánger. Tánger, Lisboa, fascinación
atlántica recreada en largas conversaciones bajo los elegantes frescos de los salones
del Palace. Salones en los que João Pereira rememoraba con el tono de voz
casi inaudible con el que, decía, Juan Pujol Garbo hablaba con sus acompañantes. Días de noches interminables
donde Garbo ofrecía detalles del tránsito
de navíos en mensajes, cifrados en delicados pañuelos de seda blancos. También,
João
Pereira revivía con frecuencia, asegura Angelita, la llegada al refinado salón
de té de los emperadores de Japón, Hirohito y Nagako. Entonces se hizo el
silencio, y tan solo se escuchaba la delicada voz de un arpa y su sensual
melodía. Eran días en que las damas acudían a la hora del té con discretos
maquillajes y salpicados sus cuerpos con perfumes de extremada delicadeza, como
la de los amaneceres del lejano palacio de Kokio.
Pero si algo
fascinaba a Angelita Gamboa era saber que Thomas Mann acudió a una de las
suites del hotel a escribir sus últimas páginas. Fue allí, me decía Angelita
Gamboa, donde el deslumbrante Mann quiso despedirse con una sonrisa y con toda
la ironía de su último personaje, Felix Krull, a quien mi confidente sitúa en
los elegantes salones del Palace lanzando volutas de humo hacia las hermosísimas
lámparas de araña, disfrutando de un aromático cigarro y de la elegancia
cítrica de un Dry Martín; también de los labios carnosos y de la voluptuosidad
carmesí de alguna de aquellas damas que acudían hasta él con voz sensual incitándole
a bailar y a jugar a las prendas, mientras lánguidas músicas invitaban a
sutiles juegos de amor. Sí, a Angelita Gamboa siempre le perdieron los hombres
canallas y el Dry Martini que João Pereira ejecutaba con la misma sabiduría
con la que acudía a sensuales juegos amatorios durante sus tardes en Lisboa. ¡Ay,
Lisboa! Lisboa, la que sonríe desde los tejados y en la que se ama como en los
lejanos deltas de Oriente, me decía Angelita Gamboa mientras disfrutábamos de
un aromático té en el Café Hafa de Tánger.
DRY MARTINI:
INGREDIENTES.
Vermut blanco
seco, ginebra, aceituna sin hueso, cáscara de limón y hielo.
ELABORACIÓN
Lo primero a
tener en cuenta es que todos los elementos que intervienen en la elaboración
del Dry Martini han de estar muy fríos: copa, vermut y ginebra. Este cóctel lo
preparamos siempre en la copa, ya que no se agita sino que se mezcla. En una
copa cónica ponemos un cubito de hielo, a continuación vertemos una medida de
ginebra y, con mucha suavidad, añadimos cuatro medidas de vermut, dejándolo
caer sobre una cucharilla. El siguiente paso será añadir la aceituna. Por
último tomamos la cáscara de limón y hacemos un twits sobre la copa. Removemos
con un palillo y… Dry Martini.
****Esta es mi última colaboración en Sobremesa.